En el centro de Marsella, los escaparates de las tiendas desocupadas son otros tantos espacios en tránsito de los que se aprovechan Pom, Gé y Joos. Se convierten en su sala de exposición, a la vista de todos y sin obligación de compra. Esas imágenes callejeras, ni pintadas ni grafitis, surgen de improviso en la vida diaria de un barrio y de sus habitantes. Pequeñas ventanas abiertas a la imaginación, adquieren todo su sentido abandonadas a la libre interpretación de cada uno; transeúntes, comerciantes, vecinos.